Mi marido olvidó nuestro aniversario por tercer año consecutivo. Esta vez, le hice un regalo del que se arrepentirá para siempre.
La historia empieza abajo
Por tercer año consecutivo, Mark olvidó nuestro aniversario y, sinceramente, ya estaba harta de ponerle excusas.
Cada año esperaba que cambiara, que esta vez se acordara sin mis indirectas. Pero no, nada. Así que este año decidí hacerle un regalo que nunca olvidaría: un regalo envuelto en consecuencias.
Mark no sabía que ese regalo iba a atormentarlo más que cualquier aniversario perdido.
Despertarse solo
Me desperté el día de nuestro aniversario con la esperanza de encontrar un pequeño regalo o al menos una nota, pero en su lugar encontré una almohada vacía a mi lado.
Mark hacía tiempo que se había ido. Ni un mensaje, ni una llamada, ni siquiera un "buenos días". Fue como si se hubiera esfumado antes de que yo pudiera pestañear, dejando atrás las sábanas frías y un vacío que se estaba volviendo demasiado familiar.
Mark siempre se iba antes del amanecer, pero hoy me sentía especialmente abandonada.
Mesa de desayuno vacía
Al entrar en la cocina, vi la mesa del desayuno vacía esperando a alguien que claramente no era yo. Fue un doloroso recordatorio: no desayunamos juntos, no hay café para dos.
Preparé mi propia tostada, pensando en lo mucho que Mark ignoraba incluso los gestos más sencillos.
Preparar el desayuno para compartir solía ser cosa nuestra. Ahora era sólo mío. El silencio cantaba hoy más fuerte, armonizando con los ecos ausentes de lo que solía ser.
Decisión sobre el café
Mientras sorbía mi café a solas, el amargor encajaba perfectamente con mi estado de ánimo. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo tenía que cambiar.
La ignorancia de Mark había ido demasiado lejos. Había llegado el momento de tomar medidas serias, y yo tenía que averiguar cuáles serían.
Se acabó aguantar su negligencia. No más aniversarios ignorados. ¿Qué podía hacer? Algo audaz, algo que llamara su atención.
Fuera lo que fuera, lo haría realidad.
Frustración compartida con Jenna
Cogí el teléfono y llamé a Jenna, mi mejor amiga desde el instituto. Contestó al tercer timbrazo, notando mi angustia. ¿Qué ha pasado hoy?"
, me preguntó preocupada. Le hablé de mi frustración, de los aniversarios olvidados y de las crecientes decepciones.
Ya no me ve y no puedo seguir así", admití. Jenna me escuchó pacientemente, su amistad era un pequeño consuelo en este día tan decepcionante.